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  • Foto del escritorJuan Manuel Gámez Andrade

LA TOMA DE TEHUACÁN EN 1914.


Este jueves se cumplirán 98 años de la iniciación de la revolución armada en nuestro país, en la cual por la defensa de ideales y esperanza de cambio en todos los ámbitos nacionales, se derramó mucha sangre. Hoy, a casi un siglo de aquel cruento movimiento, con tristeza observamos que las vidas sacrificadas y los afanes de aquellos miles de compatriotas parecieran ser que fue en vano. Para honrar a estos mártires les presento a continuación mi trabajo de investigación sobre los acontecimientos suscitados en Tehuacán durante el mes de octubre de 1914.

El 21 de octubre de ese año más de 800 hombres armados y a caballo, comandados por Higinio Aguilar irrumpieron en la población de Tepanco, saqueando comercios, allanando casas particulares y destrozando los muebles de las oficinas públicas; el alcalde Antonio Camarillo avisó a Tehuacán que los rebeldes habían amenazado con hacer lo mismo en esta ciudad, por lo que de inmediato se dio la voz de alarma.

En tanto aquí los elementos del 16º Cuerpo Explorador amenazaron con dejar sin protección a Tehuacán, si no les pagaban sus sueldos, además de que al irse saquearían los comercios. Ante lo grave de la situación el general Juan Lechuga, quien fungía como jefe de armas de esta plaza, y los representantes de los comercios locales, acordaron otorgar un préstamo de 400 pesos diarios a los soldados para no dejar a la ciudad a merced de los rebeldes que ya se acercaban peligrosamente por el rumbo de Tepeteopan.

Al día siguiente, o sea el 22 de octubre, a las 7:45 horas, más de milhombres encabezados por los ex federales Higinio Aguilar, Benjamín Argumedo, Juan Andrew Almazán y José Trinidad Ruiz, arribaron a terrenos de la Hacienda de San Lorenzo y se esparcieron por toda la zona incluyendo al entonces pequeño pueblo de Teotipilco; a los pocos minutos de desató nutrido combate contra las fuerzas del general Juan Lechuga que tenían la encomienda de resguardar a esta ciudad.

Media hora después, los rebeldes pudieron avanzar y llegar hasta la estación del ferrocarril, que se convirtió en escenario de cruenta batalla que se cargó a favor de los rebeldes al tener notoria superioridad sobre los escasos 200 soldados rurales y un puñado de civiles que se vieron obligados a participar para defender sus vidas y su patrimonio.

A las 10 de la mañana hubo un cese al fuego, pero no duró mucho, ya que una hora después se reanudaron las hostilidades colocando los rebeldes dos ametralladoras en la esquina que hoy forman las calles hoy llamadas 1 Poniente y 4 Sur, disparando contra las torres de la Parroquia, actual iglesia Catedral, desde donde un puñado de civiles respondía débilmente; también había francotiradores apostados en la iglesia del Carmen, en la azoteas del almacén el Puerto de Barcelona y de la casa del comerciante español, don José Manuel Ostolaza ubicada donde está el edificio que ocupó el cine Santander.

El sistema de defensa que implementó el general Lechuga sólo abarcaba las calles 2 Poniente, Avenida Independencia Poniente, 1 y 3 Poniente; por tal motivo la resistencia duró muy poco y cerca de las 12 del día, por la calle 1 Poniente entraron a caballo los jefes rebeldes Argumedo, Aguilar, Almazán y Ruiz llevando a la vanguardia los clarines que tocaban la Marcha Dragona y una pequeña escolta. Minutos más tarde el saquea se generalizó en las principales casas de comercio del centro, aprovechando que el general Lechuga y sus hombres habían huido de la ciudad con rumbo desconocido.

A las 3 de la tarde de aquel 22 de octubre los rebeldes reunieron en el Casino a las personas más acaudaladas e importantes de la ciudad para exigirles 100 mil pesos a cambio de detener la depredación. Resaltó la actitud del señor Manuel Haza Rubio quien ofreció todo lo que había en su almacén La Barata, ubicado en el portal Hidalgo, “para que no le siguieran causando mal a los comerciantes, ni siguieran haciéndole daño a Tehuacán”. Pero los generales ex federales se negaron a aceptar dicha propuesta y sólo dejaron en libertad a los comerciantes retenidos en el Casino cuando éstos pagaron 20 mil del total que exigían.

A las 20 horas el panorama del centre de la ciudad era verdaderamente desolador; las calles del poniente presentaban un dantesco aspecto con cadáveres regados sobre la 1 y 3 Poniente los rebeldes sin importarles pasar sobre los inermes cuerpos continuaron con sus actos de pillaje, leva de jóvenes tehuacaneros y secuestro y ultraje de mujeres.

Esa noche nadie durmió en Tehuacán, ya que unos se escondían temerosos de ser asaltados o asesinados, otros buscaban a sus familiares y amigos desaparecidos, y unos cuantos recogían en carretas los cuerpos esparcidos por las calles.

Al día siguiente, 23 de octubre, a las 12 horas, Higinio Aguilar exigió al presidente municipal de Tehuacán, don Mariano E. Domínguez, la entrega de 200 mil pesos por abandonar la plaza o de contrario iniciarían el fusilamiento masivo de un grupo de comerciantes que aún mantenían encerrados en el Casino. Con grandes esfuerzos el alcalde logró reunir 27 mil pesos que al ser entregados a Aguilar, éste burlonamente dijo que después los devolvería “ya que sólo se trataba de un pequeño préstamo”.

Antes de retirarse, por el poniente de la ciudad, los rebeldes colocaron más de 60 cadáveres en unos vagones aparcados en el patio de la estación del ferrocarril, prendiéndoles fuego y poniendo en circulación la máquina que en su loca carrera volcó metros adelante. Nunca se supo la identidad de los cuerpos, aunque los revolucionarios aseguraban que todos pertenecían a sus filas, se aseguraba que unos 20 eran de civiles que vivían en la ciudad. También los hombres de Higinio Aguilar quemaron los vagones cargados con mercancía, entre la que había decenas de pares de zapatos, mismos que fueron saqueados por un señor de apellido Lezama que era de oficio zapatero remendón.

El 24 de octubre el alcalde Mariano E. Domínguez rindió el parte de los hechos ocurridos dos días antes, el cual a letra dice: “A las 7 y 45 minutos de la mañana del día 22 se pusieron en contacto las fuerzas que guarnecían esta ciudad con las hordas que comandan los ex federales Benjamín Argumedo, Andrew Almazán, Higinio Aguilar y otros, en terrenos de la Hacienda Grande, a 3 kilómetros de distancia de esta misma cabecera, en número de más de mil hombres aproximadamente, entablándose un reñido combate en que tres veces fueron rechazadas, hasta que por falta absoluta de parque tuvieron que replegarse los soldados de la guarnición, dando lugar a la invasión de esta plaza por las expresadas hordas, no sin que hayan sufrido algunas bajas de consideración, entre ellas la de un Mayor de apellido Reséndiz, un capitán 2º de apellido Padilla; se ignora el número total de bajas porque, aprovechándose de sus elementos y de otros los sepultaron en el mismo campo de batalla. Dentro de las víctimas de la lucha se encontraron siete personas de los no combatientes y dos heridos, aunque no de gravedad. Incontenti, procedieron al robo y latrocinio de las casas de varios comerciantes, como son las de los ciudadanos Félix Paredes, Mariano Ruiz tirado, Melesio Herrera Alvarado, Reynaldo Reyes, Willebaldo Gómez Castro, Isabel Macedo Popoca, Camilo Galicia Luna, Luis G. Contreras y la casa de empeño de Gil y Contreras; los comercios de los españoles José Arsuaga, Ricardo González, Manuel Haza, Coronas y Benito, Saturnino Díaz, Guillermo Marín y otros. Además de las sastrerías de Joaquín Galindo, José Flores y Francisco Altamirano; las talabarterías de Benjamín Castillo y Julio Rodríguez y otras muchas casas particulares, en cuya ingrata tarea las hordas aguilaristas ocuparon toda la tarde y parte de la noche, pues el asalto se consumió a las 11:45 de la mañana, durando el combate cuatro horas consecutivas, incendiando después varios carros del Ferrocarril del Sur, en los que se dice fueron incinerados los cadáveres de sus soldados, para ocultar sus bajas, pues incendiaron los mencionados carros remolcados en dos máquinas locas que despacharon una rumbo a Esperanza y otra rumbo a Oaxaca, y delas cuales por las pronunciadas curvas que hace la vía, se volcaron a corta distancia. A las primeras del día 23 iniciaron su retirada las fuerzas del expresado Aguilar y compañía, reclutando gente a la fuerza y llevándose a los doctores Alfredo Iglesias y Francisco Quevedo, regresando a esta ciudad esa misma tarde el primero e ignorándose qué suerte haya corrido el segundo. Ya al salir estas hordas incendiaron toda la estación del ferrocarril con todas sus dependencias, carros y depósitos de petróleo, inclusive las bodegas que contenían mercancías depositadas en gran cantidad, así como la oficina del Express que sufrió grandes pérdidas”.

Por su parte el ayuntamiento informó que se habían recogido 42 cadáveres de civiles muertos en los trágicos hechos del día anterior; 39 fueron sepultados en una zanja abierta ex profeso en el panteón municipal y al resto en criptas del mismo camposanto. La recolección de cuerpos se realizó en una góndola que fue montada sobre los rieles del tranvía que corría a El Riego, la cual realizaba su macabra tarea recorriendo varias calles levantando muertos, para irse a estacionar en la esquina de la hoy 3 Poniente y 2 Sur, de donde eran conducidos en carretillas hasta la necrópolis municipal.

El alcaide de la cárcel pública informó que durante la toma de la ciudad las hordas aguilaristas atacaron por sorpresa este lugar y se llevaron a los 35 hombres y 2 mujeres que purgaban distintas condenas; Carrillo añadió que los siete guardias que custodiaban la cárcel nada pudieron hacer para evitar la acción de los rebeldes.

A las 5 de la tarde del día 24 de octubre arribó nuevamente a Tehuacán el general Juan Lechuga al mando de un contingente con 45 hombres a caballo; a su llegada la gente de Tehuacán comentó: “el general Lechuga huyó cuando más lo necesitamos y ahora regresa ya que nadie lo necesita”.

Esta fue la crónica de un evento sangriento que hasta la fecha ha sido el más trágico para Tehuacán en cuanto al número de víctimas, ya que oficialmente se dijo que fueron 42 civiles muertos por 60 de los rebeldes; en total suman 102, aunque la cifra seguramente fue muy superior por los motivos ya expresados líneas arriba.


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