Don José Cantú Corro nació en la ciudad de Huajuapan de León, Oaxaca, el 24 de febrero de 1884, siendo hijo de los señores don Ignacio Cantú y doña María de la Luz Corro. Bajo la dirección del profesor don Serafín Acevedo cursó la instrucción primaria, en su tierra natal, y en esta misma ciudad realizó su carrera eclesiástica, en los años de 1898 a 1907.
El doctor Rafael Amador Hernández, quien fue obispo de Oaxaca, fue su decido protector desde la época en que era foráneo y rector del seminario del Palafoxiano en la ciudad de Puebla. Siendo aún estudiante Cantú Corro, tuvo a su cargo, en el Seminario de Huajuapan, las cátedras de latín, historia, filosofía y matemáticas.
En 1912 se hizo cargo de la parroquia de Tezoatlán, en donde permaneció por espacio de 8 años. En 1921 comenzó a escribir diariamente en el periódico El Amigo de la Verdad, artículos de fondo, sobre apología, religión sociología, moral y arte.
Por estos años el presbítero don José Cantú Corro se trasladó a Tehuacán con el objeto de vender sus libros y de entablar amistad con algunos paisanos suyos que ya empezaban a destacar en el mundo de la literatura local. Fue precisamente en estas fechas cuando saca a la luz pública la novela La Soledad, la cual según los críticos se trataba de una novela regional, pero sin regionalismos, la cual era una labor análoga a la de don Ignacio Manuel Altamirano, en su Navidad en las Montañas, es la que desarrolló Cantú Corro en su magnífica novela La Soledad, la cual inclusive recibió elogiosos comentarios del presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, don José López Portillo y Rojas.
El presbítero Cantú Corro fue considerado un predicador de fama, además de haber sido miembro de la Sociedad Astrológica de México desde 1918. También el 19 de septiembre de este año recibió su diploma de miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; también fue secretario de la Sección Eclesiástica del Congreso Nacional de Geografía, esto en 1921.
Perteneció a la Sociedad Antonio Alzate y a la Academia Bibliográfica de Lérida, España. Fue entusiasta colaborador de las siguientes publicaciones, Revista Eclesiástica, La Rosa del Tepeyac, El Hogar, La Dama Católica, Boletín de las Hijas de María y Boletín del Divino Rostro, además de escribir en las páginas de los periódicos locales El Iris y La Escoba.
Los tehuacaneros recuerdan con gran cariño a este hombre que además de predicar las bondades de Dios, aportó a la literatura local muchos de sus trabajos, con los cuales llegó a formar una importante colección. Por circunstancias familiares decidió mudarse a la ciudad de México, en donde estableció una pequeña librería con la que se sostuvo hasta el año de 1951 en que la Madre Tierra lo reclamó.