Este viernes 28 de julio se cumple el primer centenario del natalicio de un tehuacanero ilustre: Antonio Betanzo Sancho, el cual a través de su profesión como médico prodigó su altruismo hacia la humanidad doliente sin distingo alguno, sobre todo a las personas más necesitadas.
Antonio, Francisco, Ignacio Betanzo Sancho fue su nombre completo y tuvo la fortuna de nacer en esta bendita tierra un 28 de julio de 1913 –hace 100 años- en la casa marcada con el número 70 de la entonces avenida Nacional, hoy segunda Reforma Norte. Fue hijo de don Ernesto Betanzo Farfán y de doña Isabel Sancho Ruiz, quienes lo llevaron a la pila bautismal en la iglesia Parroquial el 18 de agosto de aquel 1913, impartiéndole el sacramento el presbítero don Cenobio Martínez; fueron sus padrinos su tío paterno don Luis Betanzo y su abuela materna doña Trinidad Ruiz viuda de Sancho.
Cursó sus primeros estudios en la escuela Justo Sierra que dirigía el profesor Manuel Valderrama concluyéndolos en la primaria Ignacio Zaragoza de los profesores Juan y Felipe de la Lanza Gracia.
Su carrera profesional la realizó en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de México, donde recibió reconocimientos por sus excelentes calificaciones.
El doctor Betanzo inició el ejercicio de la medicina en la Cruz Roja de esta ciudad, manifestando su cariño por la gente humilde y sus grandes dotes como cirujano, lo que le ganó en poco tiempo la admiración y el respeto de la ciudadanía.
También se distinguió por sus interminables anécdotas. Junto con su hermano Ernesto, más conocido como “Peche” formó parte de un selecto grupo de bohemios que se distinguían por convivir en todos los círculos sociales de la ciudad a pesar de haber nacido en pañales de seda, como se decía entonces. Dentro de las anécdotas que se tejieron en torno a nuestro personaje se decía que el doctor Betanzo cuando operaba en la Cruz Roja primero se tomaba una copa, ya que según él mismo decía “así opero mejor”, aunque nunca se tuvo conocimiento de algún caso de
El doctor Betanzo falleció a la temprana edad de 44 años a consecuencia de un síncope cardíaco el domingo 24 de febrero de 1957 cuando se encontraba en el interior del restaurante Modelo ubicado en la hoy avenida Reforma Norte. Al día siguiente fue sepultado, ante numerosas y emotivas muestras de simpatía que había sabido granjearse a lo largo de su vida.
A partir del 12 de octubre de 1958 la sala de cirugía de la Cruz Roja llevaría el nombre del carismático galeno; así como también una privada ubicada sobre la cuarta calle de la 2 Oriente, en reconocimiento a quien siempre hizo efectiva la frase: “un médico al servicio de la humanidad”.