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Sepultan a sus muertos.


COXCATLAN, PUE—El tenue humo del incienso les fue abriendo el camino en lo que fue su último peregrinar por esta tierra, los cantos y rezos se fusionaron durante el recorrido, mientras que el llanto doliente de sus familiares se escuchaba, sabían que los estaban despidiendo, que esta sería la última vez que físicamente los tendrían junto a ellos.

Antes de concluir la misa de cuerpos presentes, los sacerdotes Anastasio Hidalgo Miramón y Bulmaro Castro Sánchez, pidieron por la paz en El Mirador, comunidad que está enlutada por la forma tan artera de cómo le fue arrancada la vida a once personas entre ellas una embarazada.

Al término de esta celebración, comenzaron los despidos, hombres y mujeres se abrazaban a los féretros, se resistían a creer lo que estaban viviendo, una y otra vez los abrazaban, no querían que ese fuera el último adiós para sus hermanos, padre, madre, primos y primas.

Tuvieron varios minutos para decirles hasta luego, porque de ahí inicio el recorrido para el campo santo donde estaban las doce fosas, Belén la mujer embarazada tuvo a su lado el pequeño cuerpecito de su hija a quien los asesinos no le permitieron conocer este mundo.

Después de rezos y cantos se inició el sepelio y antes de colocar las primeras paladas de tierra, cada uno de los ataúdes fueron cubiertos con una sábana blanca, símbolo de pureza. Así quedaron ahí los doce cuerpos, las 12 víctimas de la peor masacre que se haya dado en la época moderna de esta región.


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